Durante los primeros meses después de una cirugía o lesión, la piel que forma la cicatriz es especialmente sensible. Exponerla al sol puede provocar que se oscurezca, se enrojezca o adquiera un tono diferente al de la piel circundante.
La radiación ultravioleta estimula la producción de melanina —el pigmento que da color a la piel— y las cicatrices recientes aún no regulan bien ese proceso. Por eso, incluso una breve exposición sin protección puede alterar su apariencia y hacerla más visible.
Para favorecer una correcta maduración de la cicatriz y mantener un resultado estético uniforme, se recomienda:
Evitar la exposición solar directa durante los primeros 3 a 6 meses.
Cubrir la zona con ropa o apósitos protectores.
Aplicar protector solar FPS 50 o superior, todos los días, incluso cuando esté nublado.
Utilizar productos de silicona médica, que además de suavizar y aplanar la cicatriz, crean una barrera que ayuda a protegerla del sol y de la pérdida de hidratación.
Cuidar la cicatriz del sol es clave para lograr un mejor resultado final: una piel más uniforme, sana y discreta.