Cada cicatriz tiene su propio ritmo. En promedio, una cicatriz tarda entre 6 meses y 2 años en alcanzar su madurez completa, dependiendo del tipo de lesión, la zona del cuerpo y los cuidados que reciba.
Durante las primeras semanas, el tejido está en plena fase de reparación activa: la piel produce colágeno nuevo y el área puede verse rojiza o elevada. Luego, poco a poco, esa cicatriz se vuelve más plana, clara y flexible.
El proceso se acelera o mejora con una rutina constante de hidratación, protección solar y, en muchos casos, el uso de láminas o geles de silicona, que ayudan a modular la producción de colágeno y a mantener el entorno ideal para la regeneración.
Cada cuerpo sana distinto: las cicatrices más nuevas suelen cambiar de aspecto mes a mes, mientras que las más antiguas evolucionan con más lentitud. Lo importante es mantener los cuidados de forma constante, incluso cuando la piel ya parece “cerrada”.